LA BAILARINA
QUE SÍ BAILABA SIEMPRE
Mención de Honor en el I Premio Internacional Dramaturgia Invasora, 2017.
La bailarina que sí bailaba siempre, trae consigo una noche en degradado que requiere de una elegancia precisa. Una mujer, en la soledad de su habitación, se reencuentra con ella misma desde un subconsciente golpeado por la experiencia de haber vivido violencia machista y de género. Ese subconsciente, le trae la historia de una mujer que era bailarina y sí bailaba siempre y un hombre que una vez se hizo el bailarín y no bailaba nunca. Esta “danza” sirve de metáfora para ir relatando algo que aún sigue formando parte de ella misma, algo que sigue hablándole en ecos desde la subconsciencia; haber vivido esa experiencia. Esta voz, se marida a lo largo de la obra con un aparente consciente que la trae aquí y ahora, desembocándola en la única verdad que queda; su propio conflicto a favor de su resiliencia y su supervivencia emocional.
"Glass lo sabe. Glass lo murmura de fondo".
Escénicamente, se materializa a través de un lenguaje propio que fusiona el personaje (códigos realistas) al cuerpo expresivo (otros lenguajes a partir del movimiento) y cuyas técnicas beben de la interpretación textual, del teatro físico, de la danza teatro y de nuevas formas de expresión que parten de diferentes lenguajes expresivos que brindan el impulso a la palabra y al movimiento.
La iluminación escénica cumple con una importante función expresiva en la materialización física de los espacios de significado y de sentido. Este lenguaje expresivo se fusiona con la expresión del propio cuerpo y en su combinatoria, hacen latir, a La bailarina que sí bailaba siempre.
Había una mujer que era bailarina y sí bailaba siempre
Es la bailarina que sí baila siempre
Había un hombre que una vez se hizo el bailarín y no bailaba nunca
Es el hombre que no baila nunca